Día 11 de peregrinaje: Tence (Haute-Loire) 22 de junio 2013

Este edificio, antigua fábrica de papel, acogió a republicanos españoles que huyeron a Francia tras la guerra civil en 1939. No por mucho tiempo, porque tras el armisticio del 40 (que no capitulación, no hagamos enfadar a los franceses, colaboracionistas!), la Papeterie se dedicó a «acoger» judíos alemanes que acabaron en los campos de exterminio. Nótese los puntos suspensivos. Lo que no sé es que hicieron con los republicanos españoles entre tanto. En fin, las historias más feas de la historia de Europa, no tan lejanas en el tiempo como nos parece.

El final de etapa «normal» sería un poco más adelante, en Tence, el pueblo al que pertenece el albergue, o en Montfaucon-En-Velay, donde abandoné a Markus. Antes de despedirnos, le reservé una habitación en el gîte comunal, nos tomamos un caféolé y fuimos a ver la iglesia, uno de esos templos enormes en pueblos minúsculos. Dentro había una exposición de pinturas holandesas y fuera me dejé olvidado el bastón por enésima vez.

A lo mejor quedo como un cabrón, por ir abandonando a los peregrinos que me necesitan. Pero creo que Markus también necesitaba caminar solo. Markus caminaba muy rápido, sin hablar, sin mirar el paisaje, parando solo para fumar. En una de estas paradas, en les Sétoux, dejando atrás Saint-Sauveur y el «Schwarzwald», fui, como siempre, a visitar la iglesia (más pequeña que el albergue). Dentro no había nada, solamente un hombre mayor y un perro. Al salir, me encontré con un grupo de alemanes con los que me lié a hablar cuando vi que Markus, sin decir nada, se puso a caminar él sólo. Ei! No quieres hablar con tus compatriotas?

Un poco más tarde me paré a mear (caminando meo cada dos horas, aproximadamente) y le dejé que tirase. Yo aproveché para comer, descansar y bañarme hasta los muslos en un riachuelo donde unos niños construían un puente recogiendo piedras. Una de esas cosas que solo veo cuando camino en soledad. Cuando ando solo también hago cosas raras, como quitarme la camiseta y colgar la mochila del bastón, atravesado en horizontal frente al pecho, para intentar ponerme moreno por otras partes. De esta guisa me encontré a Markus bloqueado a la entrada de Montfaucon. Las flechas señalaban en direcciones opuestas y el pobre se había bloqueado. Es un tópico, pero a veces los alemanes son así. Que no ves que el pueblo está ahí? Sí, pero las conchas… Es una variante. Variante es «Variante» en alemán. Qué cosas, no?

Después de dejar Montfaucon, mi idea era llegar a Tence, donde había albergue comunal, pero se me hacía tarde y el calor era un poquito infernal. Así que otra vez de señorito en habitación privada. De todas formas, la petite papeterie es un sitio muy muy chulo. Cuando llegué, la hospitalera me explicó el edificio grande estaba reservado para una boda y a mí me quedaba una cabaña pequeñita cerca del río, con cocina y lavabo. En el precio (me pareció bastante caro) solamente estaba incluído el desayuno. De todas maneras, el sitio era genial (féerique, que diría el tío del bar de Saint-Genix). Para cenar, saqué la mesa de la caseta y la puse a la sombra, para poder cenar al fresco lo que me quedaba de la sopa certificada para veganos que me regalaron las suizas del segundo día. Y de segundo, pan queso y tomate a la sartén. Los invitados a la boda que llegaban con sus coches saludaban al hippie sin camiseta que comía cosas raras en lo alto de la loma. Más tarde lo reencontrarían haciendo yoga (o algo así) junto al río, hasta que los mosquitos le vencieron. Las bodas en Francia no deben ser como en España, pues los invitados se portaron muy bien toda la noche.

Mientras hablaba con la hospitalera, un gato bastante parecido a mi señora vino a saludarnos. La mujer (era realmente muy guapa y muy simpática, a la manera yanqui, no a la francesa) me explicó que si no cerraba la ventana, el gato dormiría conmigo. Y así fue. Suena triste, pero es la única noche en más de dos meses de camino en que dormí acompañado.

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