Día 23 de peregrinaje: Livinhac-le-Haut (Aveyron) 4 de julio 2013

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TO-CHO!

Livinhac es bastante feo, así que pongo una foto torcida del Lot, un río simpático. Como diría mi seño de francés, los ríos de Francia son la hostia. Hasta los afluentes de los afluentes llevan más agua que la mayoría de ríos de España. Livinhac será feo, pero tuvimos buena hospitalidad, aunque no fuera ni cristiana ni francesa, sinó (bio) vegetariana.
Crucé el puente romano de Conques mientras todos desayunaban en la abadía. Vovía a caminar con muchas ganas, casi con rabia, después de haber pasado un día aparcado allí. Me sé el tímpano de memoria. Bueno, no. Mientras subía para salir del hoyo (la cuenca, conque), escuché a alguien tocando un acordeón (bastante mal). En la cima había una capilla y en la puerta, un tío francés con acento argentino (o al revés) que intentaba tocar el bandoneón, poniendo cara muy triste. Parecía un bohemio de opereta, posero total, pero realmente tenía cara de hambre, así que le di lo que me quedaba de comida: un plátano. El tío, muy ceremonioso, lo partió por la mitad y me dio la otra parte. Cuando le expliqué mi parada técnica en Conques, me dijo que le habían hablado de mí*. Estuvimos charlando un rato, hasta que vino una peregrina superequipada, que nos cortó el rollo. Oh, peregrinos piojosos mendicantes, cómo moláis!

Ahora veréis que es verdad que todo están conectado, que el karma existe y que quién da recibe. Bajando por el otro lado de la loma, me encontré uno de esos cartelitos de «repos des pèlerins» a 500m. Y allí, en una especie de garage, un señor mayor que fumaba una pipa, me ofreció un café. No tendrá té?. Coge una taza y lávala en la fuente, que caliento agua. Té con menta recogida del campo. Buenísimo. Vous êtes le premier. El buen hombre no tenía muchas ganas de hablar, solo saber mi nombre y que le mostrara en un mapa de dónde era y de dónde habá salido. Pas mal! Cuando ya me marchaba, el señor insistió en darme algo de pan y queso (y cerveza si quieres). El pan estaba bastante duro, pero el queso era buenísimo.

Seguimos entre los árboles hasta llegar a un pueblo bonito y vacío, los únicos seres vivos que hay son unos pavos reales (llevé una pluma en la mochila, to jipi, casi todo el día). Y, a partir de aquí, el paisaje cambia de esa manera mágica que uno solo ve cuándo camina. Cambia para mal: Asfalto (la bitume, le goudron)… Carretera, polvo y calor hasta Decazeville (Mercasevilla, je). Una ciudad industrial, bastante fea, donde, gracias al queso, no me paro.

Subidas bastante asquerosas, alquitrán y dolor de tobillo hasta llegar al Lot. Cruzando el puente que entra en Livinhac, me encuentro a Claire-Anne, peregrina que conocí en su primera etapa en Saint-Privat-d’Allier. Parece algo desesperada, le duelen los gemelos** y se ha tenido que hacer un rodeo porque se ha equivocado de camino.

Claire-Anne (hay que decir los dos nombres nada de Claire ni Anne: clariana) es una bona troballa. Tiene una guía guía muy buena, la Miam-miam-Dodo que llevan todos los franceses, pero súper actualizada. Así que tengo reservada una plaza en «La vita è bella». Es un accueil donativóu guay, todo bio-vegetariano, llevado por una pareja, él italiano, ella basca. El tío es muy simpático, algo egocéntrico, se burla constantemente de los peregrinos y suelta frases con doble sentido a las peregrinas. La hospitalera es más callada, paciente, y se alegra de poder hablar español con alguien. En seguida llega Marie, otra de Saint-Privat, y Jean-Baptiste, el cartesien que encontré en Conques. Y ya está, no hay sitio para más gente. Más tarde llegarían Théo, Sara y ¿su madre?, que tienen que ir al albergue comunaca de al lado.

El nuestro mola más, claro, porque tenemos pizza hecha en casa, y cenaremos con unos amigos belgas de la pareja. Andreas, il ragazzo, se mete especialmente conmigo, porque estoy pasando una de mis crisis existenciales/idiomáticas. Hace tres semanas que salí, y puede que llegara al punto en que dejas de hacer el camino por fuera para hacerlo por dentro, y las ampollas espirituales son jodidas. Todos intentan hablar conmigo, pero tengo el francés en punto muerto, y solo hablo con la hospitalera en castellano. Marie, que parece 10 años más mayor que cuando la conocí en Saint-Privat con su pijama de castidad, acaba su peregrinaje y mañana tiene que salir muy temprano para coger un covoiturage en Figeac. Como me parece la más santa del grupo (un grupo realmente catho), le pregunto cómo tengo que rellenar la credencial, cómo va eso de las parroquias, diócesis y obispados. Al final lo dejo vacío, pues a ella lo que más le interesa es ver los sellos. Stamp-freaks everywhere!

En la cena lo pasamos bien. Muchísimas pizzas y soy el único que no tiene vergüenza en atiborrarse. Los belgas hablan también español de Argentina y han venido con los niños. No os diré qué es lo que guarda Andreas dentro del congelador. En su lugar, os dejo una estampa de la serie «Espantapájaros siniestros»:

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* Me ha pasado varias veces. A veces han oído hablar de mí, otros dicen que pensarán en mí. El día de mi cumpleaños, me felicitó gente solo había visto de pasada. Me avergüenza decir que a veces yo no me acordaba de estas personas. No siempre somos conscientes de la marca que dejamos en el mundo y en la gente.

** Eso se cura estirando. Se lo dije, y lo intentó, pero le dolía mucho. Es normal, pero estirando por la noche y por la mañana, en un día se te pasa.

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